miércoles, 16 de noviembre de 2022

RENACER ENTRE LIBROS

 

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La nueva novela de John Fitzgerald Torres, publicada por editorial Edelvives e ilustrada por Carlos Díaz Consuegra, es un elogio a la lectura y la escritura. La historia ocurre en un pueblo oculto en la selva del Chocó, sus habitantes analfabetas dependen económicamente de la minería industrial y la lluvia siempre presente se hace un personaje más de la novela. Un día de tormenta un rayo daña la máquina con la que extraen el oro del río y, además, un hombre blanco misterioso llega al pueblo. 

¿Qué le sucederá al pueblo ahora que sin draga, no hay dinero? ¿Quién es ese sujeto misterioso que trae un tablero verde? Resulta que se trata de un profesor, Rafael, apasionado de los libros, que viene con la tarea de enseñar a leer allí donde no hay escuela, no hay hospital, no hay estación de policía, no hay nada más que la preocupación por sobrevivir el día a día.

La novela “Los renacientes”, escrita por el bogotano John Fitzgerald Torres, está dividida en cinco partes, cuyos capítulos cortos hacen muy amena la lectura. Utiliza un lenguaje acorde al contexto chocoano: el morzadero, los bundes, los alabaos, las chirimías, las ranas cocois, los pájaros currucutúes. Las figuras literarias, como las metáforas y las símiles, también utilizan imágenes de la cotidianidad de un niño chocoano y acude al humor para darle vida a sus personajes y hacer reír a los lectores. 

Las ilustraciones de Carlos Díaz Consuegra, estratégicamente ubicadas en el libro, estimulan la imaginación con un estilo que juega con la textura del papel y las manchas que se solapan unas encima de las otras. Logra retratar la abigarrada selva y la omnipresente lluvia, además utiliza ciertos íconos precisos que nos hace reflexionar a los colombianos: unas botas de caucho, abandonadas a la lluvia.

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Precisamente estos días terminé de leer otro libro: “Manifiesto por la lectura” de Irene Vallejo, así que haré de este texto una reseña doble. La idea central de este ensayo de Vallejo es que leer es cuidarnos: la adquisición y el refinamiento del lenguaje nos permite mejorar la convivencia y la democracia, así como fortalecer nuestra salud para prevenir enfermedades de la memoria y entrenar nuestra inteligencia para crear acuerdos como sociedad. Una cita del filósofo Gregorio Luri logró atrapar mi atención: “nuestro fracaso escolar es básicamente un fracaso lingüístico”. Si no tenemos palabras para contarnos y entendernos a nosotros mismos, nuestro mundo se reduce de manera preocupante.

Este mundo limitado es el mundo de los personajes de “Los renacientes” cuya única preocupación es trabajar para sobrevivir. Así la lectura se convierte en un esfuerzo inútil, en el mejor de los casos un entretenimiento improductivo. El profe Rafael logra cautivar a seis niños del pueblo, se reúnen bajo el árbol gigantesco de topotú para recitar versos, versos graciosos, versos juguetones, escritos por un tipo muerto hace décadas, Rafael Pombo. Los libros, como afirma Irene Vallejo, son una máquina del tiempo que nos permite comunicarnos con los muertos, un baúl de sueños y conocimientos donde las generaciones pasadas guardan los secretos de cómo solucionaron sus crisis, sus luchas, sus heridas.

Para este pueblito a la orilla del río Chopogonró, la minería es la fuente de recursos. El oro que extraen, bien sea por la draga, bien sea por el método tradicional del badeo, se lo entregan al blanco Fadul, el representante de la Gran Sociedad Minera. Este hombre viaja a la ciudad, vende el oro y al regreso distribuye las ganancias entre los trabajadores. Cuando la draga se daña, Fadul desaparece del pueblo. No hay ingresos económicos para nadie y el pueblo entra en crisis.

De entre los niños que suelen reunirse con el profe, hay una niña que dejó de asistir a los encuentros, Yamilí. Su madre, la dueña del restaurante, ha despedido a sus empleados y encargado a Yamilí algunos trabajos requeridos en el negocio. Sus amigos preguntan por qué la niña no ha asistido a las recitaciones, pues a ella le encantan esos versos, y la madre responde “lo que le debe gustar es el trabajo y buscar plata para comer”. El pueblo, amenazado por el hambre, es prisionero de una ética inmediatista: lo único bueno es aquello que me sea útil para subsistir. Los niños se contagian de esta desesperanza y pierden la motivación para seguir leyendo.

En el punto álgido de la novela se condensan una serie de problemas que hacen sentir que ya no hay salida. El profe Rafael intenta convencer a los adultos de que juntos pueden construir una escuela para el pueblo, sin embargo, nadie le presta atención ¿Para qué entretenerse con libros cuando te mueres de hambre? Por otro lado, una inundación amenaza con hundir el pueblo y la única solución es tumbar el árbol de topotú, el gigante bajo el cual los niños aprendieron a leer. Luego, el profe Rafael enferma y durante días es incapaz de abrir los ojos.

Debo confesar que este libro llamó mi atención inmediatamente pues yo mismo fui profesor de una escuela en un pequeño municipio del Urabá antioqueño. Durante dos años, experimenté aquello que en las noticias siempre es una urgencia que, quizá gracias a la indolente repetición de las imágenes, pierde su importancia: la precariedad de la infraestructura de las escuelas y la precariedad de la estructura cognitiva y emocional de los estudiantes. El libro de Irene Vallejo abre con un epígrafe de Marguerite Yourcenar que parafraseo así: un milagro trivial es el día en que esas manchas que llamamos alfabeto se convierten en puertas a otros mundos. Soy un creyente de que estos milagros triviales están en nuestras manos, que son necesarios los hechizos del lenguaje en nuestras escuelas, que es imprescindible enseñar a fantasear para abrir nuevas posibilidades y no reducirnos a seres destinados a la simple subsistencia. Federico García Lorca pronunció en un famoso discurso: “si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”.

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Un día, el blanco Fadul regresa con un documento que promete al pueblo convertirse en dueños de la draga y quedarse con todas las ganancias del oro que extraigan del río. Es decir, basta con una firma para hacerse ricos. O mejor dicho, una huella, porque nadie sabe escribir. La seño Adelina, mamá de Yamilí, detiene el contrato y promete leerlo primero. Por supuesto, los niños descifran las letras del documento que resulta ser una trampa para que pierdan lo poco que les queda y acaben trabajando como esclavos para el patrón. Fadul escapa antes de que el pueblo lo linche.

Poco a poco, el desenlace de la novela convierte el escenario catastrófico en un lugar calmado. El profe Rafael es curado de su enfermedad por un curandero indígena. Gracias a las cartas que los niños escribieron, reciben un cargamento con medicamentos, útiles escolares y gasolina para poner en marcha la draga. Juntos, y de nuevo gracias a la lectura, arreglan la máquina. Al final, los adultos se motivan a aprender a leer y los niños fundan su propia “sociedad de especialistas en toda clase de cosas”. Por eso, como dice Irene Vallejo, cuidar de la palabra es cuidar nuestro futuro. “La lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella”.


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Reseña del libro:
"Manifiesto por la lectura" de Irene Vallejo.
Editorial Siruela.


Reseña del libro:
"Los renacientes" de John Fitzgerald Torres.
Editorial Edelvives.


Pueden visitar la obra del ilustrador Carlos Díaz Consuegra aquí y saludarlo en su instagram aquí.

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domingo, 16 de enero de 2022

MANUAL DE CALLE: INSTRUCCIONES PARA VIVIR CON HAMBRE

     Este cómic es un grato homenaje a aquel habitante de calle que, durante un invierno de Buenos Aires, mientras yo vendía chocolate caliente en la acera frente al cine Gaumont, se me acercó a ofrecerme ayuda, me dio abrigo y empanadas. Además es la continuación de otro cómic que pueden leer en este enlace, aunque también pueden leerlo de manera independiente. En este anterior capítulo vimos cómo la protagonista acaba viviendo en la calle por violencia intrafamiliar, ahora sus nuevas aventuras callejeras es un cómic que espero les agrade. Si les gusta, recuerden compartirlo por sus redes y amistades. 

Nota: si desean ver la imagen más grande, pueden dar clic derecho en "abrir imagen en pestaña nueva". Si están en el celular, basta con darle clic.

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domingo, 9 de enero de 2022

ORGASMOS EN NOMBRE DE DIOS - NotiCuento

 Orgasmos en nombre de Dios

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En Turbo es popular el chisme de la monja Evangelina, que dudó de la existencia de Dios por leer filosofía y poco después de renunciar a los hábitos regresó a la fe cuando experimentó su primer orgasmo. En este municipio del Urabá antioqueño la cuenta de asesinados por la guerra ascendía a 3886 y aquellos que no deseaban sumarse a esta estadística se escondían, literalmente, bajo las faldas de las monjas. Algunos amenazados en las listas negras de los paramilitares eran, antes que activistas subversivos, unos lectores empedernidos que se vieron obligados a renunciar a sus libros para salvar sus vidas. Las monjas accedieron a conservar los libros, entre los que se encontraban obras de David Hume, Baruch Spinoza y Charles Darwin.

Cuando los paramilitares transgredieron el último límite sagrado y cometieron masacres dentro de los templos, las monjas se encerraron. Fue en este tiempo de reclusión que Evangelina abrió su mundo con lecturas filosóficas. Nació en un pueblo piadoso del Chocó, su madre la destinó a la vida religiosa y la alejó de la mirada de los hombres. Una vida estricta. Esos libros la hincharon de dudas al punto que pudo saborear la libertad como se saborea un pescado frito. Por supuesto, sintió dolor al abandonar su orden religiosa, pero una búsqueda interior la impulsaba a nuevos horizontes.

Insegura e ignorante del mundo terrenal, encontró trabajo en una carnicería, donde los clientes atestiguaron milagros que la han hecho candidata para beatificación: convirtió la carne podrida en mondongo fresco, hizo levitar a los perros que mendigaban huesos y en la punta de los chorizos florecieron margaritas. Todos se maravillaban con estas intervenciones divinas, menos Evangelina. La llamaron la atea bienaventurada. Para ella, era ridículo explicar los simples sucesos de la vida con el absurdo de Dios.

Un día, uno de los hombres que ella había ocultado bajo su falda de los paramilitares llegó a la carnicería. Conversaron de temas filosóficos, se lamentaron de que aquellos libros se perdieron en una inundación que dejó al convento flotante junto a las lanchas de los pescadores. Con el tiempo, construyeron un amor ateo que duró hasta la noche en que Evangelina perdió su virginidad. El orgasmo la hizo ver a Dios de manera indudable. Vibró en la eternidad como en un canto gregoriano. Acabó la relación con aquel hombre y, como no pudo reintegrarse a la orden religiosa, huyó. Se dice que anda disfrazada de monja convirtiendo las flores en chorizos. Desde entonces en Turbo se sabe que los orgasmos forman mujeres piadosas y que la filosofía forma buenos empleados para las carnicerías. 


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Otros escritos de Mardoquea que puedes leer:
-EL JAGUAR SIN PASAPORTE
-CÓMO VIAJAR CON LA LITERATURA EN LA MOCHILA
-AFRICA CUENTA SU HISTORIA, CHINUA ACHEBE



domingo, 2 de enero de 2022

El jaguar sin pasaporte - NotiCuento

 EL JAGUAR SIN PASAPORTE

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La distorsión de los medios de comunicación oficiales ha llegado a niveles tan descarados que todavía son muchos los ingenuos que se sienten enternecidos ante el rescate de un jaguar que realizó la Armada Nacional en el Golfo de Urabá. Los esfuerzos del gobierno por ocultar la crisis económica y social que ha desatado (devaluación del peso, aumento del desempleo y la violencia, etc.) ha provocado en sus funcionarios una ceguera crónica que les impide ver las más evidentes realidades. No sólo se niegan a ver los niños asesinados en bombardeos, ahora se niegan a confesar frente al escrutinio internacional que los colombianos han comenzado una migración masiva, al punto que la misma fauna ha emprendido la fuga. Dentro de los miles de migrantes que buscan huir de la crisis podemos contar a ese jaguar que desesperado nadaba por llegar a costas panameñas.

Cuando un jaguar se acerca, la selva se silencia. Su poder de dar muerte es tan brutal que todos los animales le profesan una veneración de templo sagrado. No obstante, los jaguares han constatado recientemente que su poder de muerte ha sido rebasado con creces por seres bestiales. No pueden competir contra la bestialidad del gobierno y sus secuaces que han invadido las selvas para construir megaproyectos, tampoco pueden competir contra la letalidad de los paramilitares y los mercenarios de los narcos que han clavado sus garras en el corazón del país. Otros ciudadanos, conscientes de estos problemas, han intentado migrar por las vías legales, pero las filas interminables para sacar el pasaporte y los obstáculos burocráticos para lograrlo son argumentos suficientes para que el jaguar prefiera largarse nadando.  

En las capitales departamentales, frente a las oficinas donde se tramitan los pasaportes, los ciudadanos acampan noches enteras a la espera de agendar una cita, bajo el riesgo constante de que un tramitador corrupto robe su dinero. Los desesperados amenazan con completar la travesía del jaguar o unirse a los haitianos que cruzan el Darién.  Uno de los campistas entrevistados comentó que desea migrar dado que la cantidad desorbitada de impuestos quebró su empresa y afirmó que: “el único emprendimiento que se puede hacer en Colombia es emprender la fuga fuera del país”. Otros piensan lo contrario: han montado tienda ambulante para vender camisetas con estampado del jaguar, el animal se ha convertido en símbolo de la lucha contra las incompetencias de un gobierno que impide la movilidad a sus ciudadanos.



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OTROS ESCRITOS DE MARDOQUEA QUE PUEDES LEER:





domingo, 19 de diciembre de 2021

PERTURBACIÓN ESPIRITUAL -NOTICUENTO

 

Perturbación espiritual

El sultán de Marruecos, descendiente directo de Mahoma, que se hace pasar por un ilustre líder liberal frente a los europeos, ha notado que, desde inicios de noviembre, su adivino más confiable, permanece inquieto y afirma que una niebla fantasmal proveniente de Colombia le impide ver con claridad el futuro. Llegó incluso a practicar una técnica de emergencia, aprendida por antiguos arúspices, e intentó leer el porvenir en las entrañas abiertas de un chacal. Parece que ese fue el primer momento en su vida en que el adivino experimentó la incertidumbre, desde entonces mantiene con ataques de ansiedad.

Un stárets de Moscú, venerable maestro respetado en los monasterios ortodoxos de Rusia gracias a los múltiples dones que ha recibido del Espíritu Santo, sugirió a la feligresía que se confesara ya que intuía un evento que podría cambiar la vida de todos de forma drástica y peligrosa. Por supuesto, los rusos también piensan que es mejor que el diablo nos agarre confesados, así que en este mes se ha visto las largas filas frente a los confesionarios de las parroquias rusas.

Los gurús de la India no han podido meditar en paz y en los templos sintoístas de Japón las llamas de las veladoras de los ancestros han intensificado su fulgor como queriendo advertir algo. No es casual que brujas y nigromantes del mundo entero, sacerdotisas y rabinos de la cábala, personas con la sensibilidad un poco más allá de los límites mortales, se encuentren sufriendo la incertidumbre y abrumados por un oscuro sentido de la catástrofe. Los colombianos y colombianas, acostumbrados a estos combates, podemos darles el anuncio de que dentro de unos meses toda esa tensión espiritual desaparecerá del universo y podremos volver a nuestras labores cotidianas, basta con esperar el resultado de nuestras próximas elecciones presidenciales.


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lunes, 2 de noviembre de 2020

La sombra de Indali, un cuento sobre la oscuridad


La sombra de Indali
Ana Mardoquea

¿Cuánto pesa un poquito de luz o un puñado de oscuridad? Parece extraño, porque las sombras son apenas una mancha de negrura que no podemos tocar, no dejan huella a su paso. Desde su cama, Indali se pregunta cómo las personas que caminan frente a su ventana sonríen y brillan sin asomo de sombras bajo sus pasos. Con una mano levanta la sombra de una manzana que utiliza como pisapapeles, tiene cuidado de que ninguna hoja se le vaya a caer al suelo. A la luz de una vela, lee poesía e imagina los pájaros que nunca ha visto. Piensa que está de cacería. Si captura un verso o un pájaro, lo dibuja en la pared. Pero es incapaz de subir la mirada para contemplar la belleza que ha pintado. Con el peso descomunal de su sombra, arrastra su cuerpo como cargando una vaca sobre los hombros, cierra la ventana de un golpe y se mete al baño. Observa las gotas de la ducha que caen por el lastre de su pequeña sombra. Las burbujas de jabón caen como guijarros que persiguen su sombra. Cuando se mira al espejo, su mirada es esquiva porque no encuentra palabras para decir lo que ve. Detrás, su sombra gigante cambia de forma, es una ceiba, es un monumento, es una jungla devorada en la penumbra de su habitación.

Cuento-de-Mardoquea-oscuridad


Solo sale de su casa a mediodía, porque con el sol en lo alto es fácil ocultar su sombra bajo sus pies ¡Qué vergüenza sería que alguien viera esa mancha deforme! Camina al parque para recoger las flores que caen a la tierra por el peso de sus sombras marchitas. Las colecciona en un lindo álbum que guarda bajo su cama. En el momento en que el sol comienza a buscar el atardecer, quizá porque el sol también tiene una sombra que lo hace noche, Indali regresa a casa con la mirada pegada a sus pies, con cuidado para que nadie mire su oscuridad vergonzosa. Nunca se le ha hecho tarde. Sabe que una leve inclinación del sol haría crecer su secreto y se asomaría monstruoso a los ojos de los demás, su peso aumentaría y quizá no podría regresar a casa con tanto bulto.

Un día Indali encuentra en el parque una flor con una sombra diferente. Es hermosa y profunda, con delicados pétalos negros. Antes de agacharse para recogerla, descubre otros pies. No sabía que eso podría pasar. Los nervios la hacen temblar, y de pronto una voz que parece venir de esos otros pies:

–Es una sombra extraña, ¿verdad?

–¿Quién eres? – dice Indali con timidez.

–¿Has visto la sombra del viento?

–Sí, es escurridiza.

–Entonces sabes mucho sobre la oscuridad, yo también.

–Yo no tengo oscuridad.

–Me llamo Chairá, ¿y tú?

–Indali.

–¿Has visto la sombra de la luna?

–No, no salgo de noche.

Así, conversando mientras se miran los pies el uno al otro, se les hace tarde. El sol baja y las sombras se alargan. Chairá alcanza a observar cómo se estira la sombra de Indali por el césped, y dice:

–Tienes una sombra bonita.

Indali no sabe qué hacer. Corre ruborizada a su casa, sin despedirse ¿Por qué se ha expuesto así? Bajo sus cobijas no deja de pensar en que no sabe explicarle a nadie porqué su sombra es cambiante y deforme. No hay explicación, su sombra solo es así, durante un momento es cocodrilo, luego es una maloca, luego un almendro. Después de tanta inquietud, recuerda que también ha visto la sombra de Chairá. Es una sombra insólita, como la de esa flor que ambos querían recoger.

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Durante un par de días Indali no sale de casa. Hasta que advierte que aquella flor de sombra inusual hace falta en su colección. Al mediodía sale a buscarla y de nuevo se encuentra con esos otros pies.

–Te he estado esperando dos días.

–¿Por qué no te llevaste la flor rara?

–La cuidé para ti.

–¿Sabías que vendría?

–No, pero quería invitarte a ver la sombra del mundo.

–¿Cuándo?

–Esta noche.

Esa noche Chairá toca a la ventana de Indali. Salen juntos a las afueras del pueblo y sus pies se acompasan con el canto de los grillos. Indali está en calma con el silencio de Chairá y Chairá está tranquilo con el silencio de Indali. Suben una colina, se acuestan sobre el césped y juegan a unir estrellas mientras llega el momento. La luna desprende una vaporosa luz azul. Por sus frentes pasa un pensamiento como una nube: ¿habrá algo en el mundo que no tenga sombra? Indali suspira, a veces desea ser esas personas de luz que caminan frente a su ventana.

–Esta noche hay eclipse de luna– dijo Chairá.

–¿Qué es eso?

–Cuando la tierra se entromete entre el sol y la luna.

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Justo en ese instante la luna deja de brillar y una sombra maravillosa se posa sobre ella, es la sombra de la tierra. Ante los ojos deslumbrados de Indali y Chairá, todas las sombras del mundo reunidas en un gigantesco círculo negro, cada persona y cada cosa apenumbrada, nada ni nadie puede ocultar en ese momento su oscuridad. No hay nada oculto a sus ojos. Entonces Indali y Chairá se miran mutuamente el rostro, ambos observan la noche y el día en el rostro del otro, ambos se reconocen como un juego de luces y sombras.

En silencio, esperan el amanecer.

Fin.


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